Sobre innúmeras especies pesa el cada vez más célebre peligro de extinción. Muchas son las causas. Pero hay una, inescrupulosa, severa y escasamente sancionada, que mata hasta sin matar: se trata del tráfico de animales, hoy el tercer negocio ilícito más lucrativo del planeta.
Tras el tráfico de armas y drogas, el comercio ilegal de animales ocupa un lugar atractivo y deviene rentable. Según Naciones Unidas, por este ejercicio se mueven entre 5 mil y 10 mil millones de dólares al año. Otras fuentes dan cifras más elevadas y escandalosas, rozando los 20 mil millones.
Del ya remoto año 1973, data la Convención Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre. La historia le concedió en este período de tiempo muchos aplausos y la ratificación por parte de 123 países. De cualquier manera, las medidas aplicadas resultaron insuficientes y los castigos muy mesurados ante la degradante práctica.
“El crimen organizado ha montado una inmensa y cada vez más sofisticada red de tráfico de partes de animales salvajes que está arrasando con las especies más queridas de nuestro planeta [...] a una escala jamás antes vista.” (WILDLIFE CONSERVATION SOCIETY, ESTADOS UNIDOS.)
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