EN un ambiente de ruido más elevado del nivel de 50 a 60 decibeles el cuerpo humano trabaja bajo tensión constante. El ataque a los tímpanos crea una sensación de tensión; los nervios molestan y aumenta la irritabilidad. El pulso se afecta y aumenta la presión arterial. Esta tensión de vivir y trabajar en alrededores ruidosos impide que el cuerpo descanse, y se llega al fin del día en una condición de gran fatiga o agotamiento.
La fatiga que causa el ruido reduce la eficiencia del trabajo. Las pruebas han demostrado que el hombre a menudo usa una quinta parte más de energía para efectuar un trabajo en alrededores ruidosos que lo que usaría en medio de condiciones pacíficas. El ruido afecta su juicio y poder de concentración; parte del cerebro se ocupa con ruidos que realmente no quiere oír.
Estos efectos físicos y mentales se reflejan en la eficacia con la cual uno lleva a cabo su trabajo. Al reducir el ruido de una fábrica de 100 a 75 decibeles, los ingenieros de sonido redujeron la proporción de accidentes casi a la mitad y aceleraron la producción en una quinta parte. La disminución del ruido en una fábrica de motores redujo el consumo de píldoras para el dolor de cabeza a la mitad. Al colocar un nuevo cojinete en un ventilador ruidoso el gerente de una fábrica elevó la producción en un 12 por ciento.
Una gran compañía de seguros estadounidense obtuvo resultados admirables al reducir los ruidos en la oficina. Una reducción de ocho decibeles en el nivel del ruido redujo los errores de los mecanógrafos casi en una tercera parte y los de los operadores de máquinas a la mitad. El cambio de trabajo se redujo en 47 por ciento. La compañía calculó que al reducir el ruido se aumentó la eficiencia total en 9 por ciento y ahorró cincuenta y ocho dólares por empleado durante el primer año.
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